Me llamaron coneja, demente y traidora a mi estado natal, Texas, donde la carne es el elemento básico de las tres comidas.
Pero al terminar la odisea de una alimentación a base de vegetales, aprendí que una comida saludable es más que un plato con carne y papas.
El 17 de junio me uní a un plan vegano (vegetariano estricto, sin lácteos) de 10 días para abordar el tema de la obesidad entre latinos en Los Ángeles; el programa piloto, organizado por AltaMed Health Services, se basó en el plan McDougall, creado por el Dr. John A. McDougall, médico, autor respetado y defensor de la salud, quien reside en Santa Rosa, California.
Un plan vegano elimina la carne, el pollo, el pavo, los lácteos y los alimentos procesados de la dieta, para ayudar a perder peso y reducir la dependencia en los medicamentos para la diabetes y las enfermedades del corazón. Todos los alimentos fueron cocinados y preparados por la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Santa Mónica.
Mi esposo Raúl y yo estuvimos entre las 55 personas que participaron en el programa McDougall, que incluyó coaches de alimentos, médicos y un equipo de expertos que siguieron nuestro progreso para comprobar que la comunidad Latina puede convertirse en vegetariana y, como resultado, mejorar su salud .
La labor fue un esfuerzo para abordar las tasas de obesidad entre los latinos, quienes llevamos la delantera en las enfermedades del corazón, el cáncer, la diabetes, la presión arterial y la obesidad. Siete de cada 10 personas mueren cada año a causa de estas enfemedades que son prevenibles.
De hecho, de acuerdo a los autores como McDougall y los doctores T. Colin Campbell y Caldwell Esselstyn, del China Study y Prevent and Revert Heart Disease, cuyos libros fueron los catalizadores para que el presidente Bill Clinton se convirtiera vegano (no sólo ayudaron a mejorar su salud, también lo ayudaron a perder 24 libras), la alimentación a base de vegetales no sólo puede prevenir la mayoría de varios tipos de cáncer, la diabetes Tipo 2, las enfermedades del corazón y la obesidad - sino que también puede revertir estos males.
En el condado de Los Ángeles, casi uno de cada 10 adultos vive con diabetes. El problema es que una tercera parte ni siquiera sabe que lo tiene, según afirma la Asociación Americana de la Diabetes.
Vengo de una familia de diabéticos. Mi padre murió el año pasado de complicaciones de diabetes y mi madre padeció de hipertensión.
Mis abuelas murieron de diabetes, la quinta causa principal de muerte entre latinos en Estados Unidos y una causa principal de enfermedades del corazón, embolias, males renales, ceguera y amputaciones.
Mi peso había llegado hasta las 225 libras tras las muertes de mi hermano y mis padres en los últimos cinco años.
Pesaba 10 libras más que el día que di a luz a nuestro hijo, Alan Raúl, hace 11 años.
Vivía deprimida y batallaba para respirar. Mi presión arterial subió a 160/103 y el nivel elevado de colesterol en la sangre era de 254 –lo que promulgó una llamada personal de mi médico para advertirme del peligro que enfrentaba.
Llamémosle un llamado de Dios o un correo que no llegó a mi buzón SPAM —recibí una invitación de AltaMed para participar en la forma más estricta de un dieta vegetariana y escribir una nota para La Opinión —una que requería estudios de sangre antes y después para analizar la glucosa, el colesterol, la tiroides y las enzimas del hígado. El plan parecía conveniente para los participantes: Nos llevarían alimentos diarios con frutas y ensaladas frescas, sopas, verduras, vegetales, granos integrales, y proteínas como tofu, cacahuates y semillas, a nuestra casa en Long Beach.
Lo imaginé fácil: 10 días sin carne y a la vez apoyar a mi esposo Raúl, quien es vegetariano y tiene el colesterol alto. Pero a medida que pasaban los días, empezaron los antojos.
La segunda noche desperté bañada en sudor, con ronchas en la cabeza y todo el cuerpo –algo que solamente ocurre cuando estoy bajo mucho estrés. Mi cuerpo pedía hamburguesas, papas fritas y la comida chatarra que estaba acostumbrado a recibir.
Pero no se las dí.
Esa misma noche, publiqué mis ansiedades en Facebook, con esperanzas de que alguien me contestara a las 3:14 de la madrugada. Segundos después llegaron las respuestas de Max y Alicia Gallegos, angelinos adictos a las redes sociales que ahora viven en Dallas.
Alicia me decía: "no aflojes", mientras su marido, ejecutivo de McDonald's, me hablaba de tamales y pozole. Mis estatus diarios con fotos se convirtieron en todo un éxito entre amigos y familiares de todo el mundo. No faltaron amigos de la infancia, como Rudy Carr de Texas que se burlaba al colocar imágenes de carne asada, carnitas y las tradicionales 'Fajitas' de mi estado natal. Al final, tres amigas publicaron que iniciarían una dieta basada en vegetales, mientras que otras pedían recetas de los alimentos saludables.
El 27 de junio, completamos el programa y nos hicieron los últimos exámenes de sangre.
Me impresionó la cantidad de energía que traía y las ocho libras que perdí, las cuales me permitieron ponerme unos jeans que no había usado desde hace cuatro años. Pero lo que me dejó con la boca abierta fueron los resultados de sangre que nos dieron unos días después. Mi colesterol dio un bajón de más de 100 puntos, tenía una presión arterial normal de 117/72 y las palabras de Dr. Martin Serota, director médico de AltaMed que también participó en el programa: "Eras diabética pero la revertiste por la dieta", señaló. "Eres un gran ejemplo de lo que puede hacer una alimentación adecuada".
Entre más pasan los días, me pregunto si el programa McDougall tuvo algo que ver con la recuperación del transplante de córnea que tuvo mi esposo el mismo día en que iniciamos el programa, la cual su cirujano llamó una recuperación "más rápida de lo normal".
No dejo de pensar en ello...
Fuente: La Opinión
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