domingo, 16 de junio de 2013

Consejos para manejar al niño en el pediatra

En ocasiones manejar al niño cuando se acude al pediatra para realizar una revisión de control o asistir algún problema de salud imprevisto, resulta complicado, debido a que el niño o el bebé, asustado, no sólo no colabora, sino que dificulta de forma importante la actuación del médico.

El primer consejo es seguir las indicaciones del pediatra, porque normalmente éste tiene ya una experiencia amplia y sabe cómo manejar la situación.
Él puede hacer recomendaciones al niño, hablándole en su propio idioma, así como, recomendaciones a los padres o cuidadores sobre su comportamiento y actuación durante la visita médica.
Los padres deben saber que un bebé o un niño no es un adulto en miniatura, sino que se trata de una persona aún en fase de maduración con características propias en su comportamiento y en su forma de entender el mundo y de hacerse entender por él.
Dado que el niño y, particularmente el bebé, no conoce aún el lenguaje verbal, expresará su malestar de una forma singular que fundamentalmente los padres y también el pediatra experto serán capaces de interpretar y traducir.
Un bebé puede manifestar un malestar simplemente mediante la aparición de un comportamiento distinto al habitual, algo que si los padres o cuidadores son observadores, podrán detectar inmediatamente para actuar con diligencia y rapidez.
Cuando un niño reacciona con irritación o gritos ante el pediatra, normalmente el problema es menos grave que cuando el niño permanece inactivo, apático, aletargado o no presenta resistencia durante la exploración, en este último caso normalmente el problema es más grave.
Cuando el niño tiene ya una cierta capacidad de comprender las cosas no es conveniente mentirle, pues ello le crea inseguridad y reaccionará de modo irracional y agresivo al darse cuenta del engaño.
Con un poco de tacto y mano izquierda y con mucha paciencia y cariñose le pueden decir las cosas al niño de modo que éste poco a poco acepte la situación y colabore. Ganarse la confianza del niño es todo un reto y la sinceridad es un factor importante a este respecto.
Dado que el pediatra no puede preguntar directamente al niño acerca de sus molestias y de los antecedentes de la enfermedad, la información que proporcionen los padres o cuidadores es muy importante. Por ello, siempre debe acompañar al niño alguien que le conozca bien.
Cuando se acuda al pediatra (y a cualquier médico en general) es conveniente llevar los informes médicos e informes de otros aspectos relacionados con la salud del menor, particularmente si éstos no son conocidos ya por el pediatra.
Durante la exploración física del bebé o del niño será conveniente seguir las indicaciones del pediatra. Algunos pediatras prefieren explorar al bebé, si éste es muy pequeño, sobre el regazo de la madre, pues así el menor se siente más protegido, algo que facilita la exploración.
El pediatra suele utilizar instrumentos adaptados a la exploración infantil, como, por ejemplo, estetoscopio con reborde de goma, en vez de metal, este último más frío, algo que puede asustar al bebé.
En el caso de los lactantes la sala de exploración requiere una temperatura algo mayor de la normal.
En el caso de niños con pocas semanas o meses puede ser recomendable realizar la exploración médica en forma de juego, utilizando un osito de peluche u otros juguetes que permitan al niño interpretar la exploración como una sesión de juego, lo que contribuirá de manera muy eficaz a realizar una exploración médica más satisfactoria.
Por último, algunos pediatras suelen realizar las exploraciones más sencillas al principio, dejando aquellas que más desasosiegan al niño para el final, por razones obvias. Así por ejemplo, la auscultación, que suele ser mejor tolerada, se realiza antes que la exploración de oídos o garganta, que por su carácter invasivo asustan más al menor.
En ocasiones, cuando es inevitable la reacción incontrolada del niño y la exploración no se puede demorar, el pediatra aprovechará los periodos de recuperación del aliento por parte del menor entre una crisis de grito y llanto y la siguiente para explorar determinados aspectos como la consistencia del abdomen u otros signos clínicamente significativos.
Los gritos y el llanto pueden alterar algunos parámetros clíncos como la tensión arterial, la frecuencia cardíaca, la temperatura corporal, el color de la piel y otros datos que el médico deberá interpretar en su contexto.
En resumidas cuentas, tacto, cariño, conocimiento de la situación, colaboración con el pediatra y una buena dosis de paciencia serán algunas de las cualidades que bien gestionadas facilitarán en gran medida la visita al pediatra, haciendo que ésta resulte más agradable y eficiente.
Fuente: Salud.es

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