jueves, 22 de junio de 2017

La influencia de los padres en la identidad de los hijos e hijas


La identidad de los hijos e hijas recibe la influencia de agentes internos, los lutos, que se refieren a las pérdidas definitivas de sus lazos con la infancia. Pero no son solo los agentes internos que influencian la identidad de los hijos e hijas; hay agentes externos muy importantes, entre los cuales los padres son sumamente relevantes.
Los padres tienen el papel primordial en la adquisición de la identidad, pues “desde la más tierna infancia son las figuras que ayudan a configurar el mundo interno de cada persona, determinan gran parte de nuestros modelos de vida y nos pasan los ideales de cultura en la cual nacemos y crecemos. Resulta difícil separarse de ese mundo interno constituido tan temprano en la vida y que será el fundamento para futuros desarrollos, sobre ese modelo se construye a identidad”.
De modo que “cuando los padres o madres están ausentes, omisos, o simplemente no cumplen con sus responsabilidades socio-familiares, van deteriorando el ego de sus hijos. Faltan para ayudar a completar esa estructura fundamental que es la identidad.”[i] Todavía, los hijos muchas veces no se identifican con los padres; por el contrario, se rebelan contra ellos, rechazando su dominio, valores y orientaciones sobre particularidades de la vida. Este rechazo es necesario para “separar su identidad de la de sus padres y de la necesidad desesperada de participar de un grupo social”.[ii]
Esto implica afirmar que “la presencia externa, concreta, de los padres, comienza a ser innecesaria. Ahora, la separación de estos no solo es posible, como necesaria. Las figuras parentales están internalizadas, incorporadas a la personalidad del sujeto, y este puede comenzar su proceso de individualización… El adolescente tiene que dejar de ser a través de los padres para llegar a ser él mismo”.[iii] O sea, él no puede simplemente ser una copia de los padres; tiene que ser él mismo.
Y para conseguirlo necesita de cierto distanciamiento, para finalmente ser él mismo. Eso, claro, puede asustar a los padres, pues puede parecer que el hijo o hija, ahora adolescente, no ama a los padres ni a la familia. Pero no es verdad. El distanciamiento psíquico es solo circunstancial y necesario y hará del adolescente un ser único, auténtico. Y, mientras esto  sucede, los padres deben demostrar cariño, atención y comprensión, así como deben evitar “invadir” su privacidad. En el momento oportuno el hijo o hija “volverá” a los padres.
Las actitudes y la postura de los padres pueden ayudar o entorpecer la formación de la personalidad del hijo o hija, rumbo a la madurez. Los padres exigentes y punitivos, aunque sin querer o saber, terminan formando hijos impulsivos y hasta agresivos, por el hecho de no trabajar conceptos o valores internalizados. A su vez, padres afectivos y comprensivos favorecen en los hijos la formación de una personalidad sociable y auto controlada.[iv]
La sicóloga Elizabeth Hurlock destaca el impacto de los padres en las diversas áreas de la vida de los hijos: mental, social, moral y vocacional.[v] Su salud mental, por ejemplo, es influenciada por la estructura familiar, así como por el papel que él ocupa en ella. Dependiendo de cómo tratan los padres al primer hijo, puede ser más o menos optimista y motivado y puede vivir más o menos seguro, por el temor de ser desplazado del espacio que ocupa o por la tranquilidad de saber que, aun siendo el primero de dos o tres hermanos, tiene el espacio garantizado en su composición familiar.
En el aspecto social, si el hogar y los padres son bien ajustados, el hijo o hija tiende a ser socialmente exitoso, haciéndose popular entre los amigos y aun entre los adultos. De esa manera, se comunica mejor, evita la rebeldía social y valoriza el sentimiento gregario.
En cuanto al aspecto moral, un hogar equilibrado y maduro es ambiente propicio para el desarrollo de un hijo o hija de buen comportamiento, con esquemas firmes de carácter.
Por otro lado, hijos que crecieron en hogares psicológicamente desajustados, se caracterizan por demostrar mal comportamiento intencional, así como actos de agresividad y delincuencia.
En la cuestión vocacional, el hecho de que un hijo o hija convive en un hogar equilibrado y participativo le permite desarrollar actitudes de cooperación y sentido de utilidad. Eso se transforma en cuidado por la elección profesional y amor por el ejercicio del trabajo elegido.
Los tipos de padres
Los padres asumen diversas posturas o características al educar a sus hijos, y no siempre tienen consciencia de eso. En ese caso, pueden ser: negligentes, permisivos, autoritarios y participativos.[vi]
Los padres negligentes ofrecen a los hijos pocas reglas y límites, así como dan poco afecto y se integran poco en sus actividades y en sus vidas. Dan la impresión de que hay cosas más importantes que educar a los hijos; ellos piensan que los otros (escuela, iglesia, los propios hijos, etc.) deberían hacerlo. ¿Y cuáles son los resultados? Los hijos de padres negligentes tienden a cultivar las siguientes percepciones:
“Yo no tengo valor, y por eso nadie cuida de mí”.
“Si nadie cuida de mí, entonces nada vale la pena, nada tiene importancia”.
“Si mis padres no se preocupan por mí, seguramente no hay nada por lo que valga la pena preocuparse”.
El gran problema que causan los padres negligentes es que sus hijos también son negligentes en sus relaciones, llegan a ser descuidados o agresivos con las personas. En muchos casos, los hijos de padres negligentes piensan que el dolor del otro no importa; o sea, no importa el problema del colega o amigo. No tiene sentido el dolor del otro, pues no tiene sentido el propio dolor. En síntesis: “Los hijos abandonados tienden a abandonarse”.
Dicho en otras palabras, “hijos de padres negligentes tienden a ser negligentes consigo mismos. Ellos crecen con una sensación de tener poco valor y con alguna frecuencia aprenden a herirse a sí mismos, sea con notas bajas, enfermedad o mal comportamiento. Es la única forma de recibir algún cuidado”.[vii]
Así como los negligentes, los padres permisivos ofrecen pocas reglas y límites a los hijos; pero, a diferencia de aquellos, dan bastante afecto a los hijos y se integran mucho en las actividades. Esto de por sí puede parecer algo bastante positivo, y de hecho lo es. Pero infelizmente no es solo positivo. Sucede que padres permisivos terminan demostrando otra forma de negligencia: aunque afectivos, ellos son irresponsables y poco participativos cuando se trata de llamar la atención de los hijos, o cuando se trata de dejar que los hijos sufran las consecuencias de sus elecciones. Los padres están siempre listos a sobreproteger a los hijos. Eso provoca el sentimiento de fragilidad en el hijo, dándole la impresión de no tiene capacidad de enfrentar nada solo: papá y mamá siempre tienen que actuar. Eso hace que los hijos sean inseguros, tristes, provocando una incómoda baja autoestima.
Los padres autoritarios “ofrecen muchas reglas y límites, pero poco afecto y poca participación en la vida de los hijos”.[viii] Podemos caracterizar a estos padres como mandones, autocráticos y, a veces, dictatoriales. Padres autoritarios “creen que saben de todo y que su experiencia y papel los autoriza a no necesitar dialogar, negociar o dar valor al otro […] Quieren imponer su deseo a los hijos”.[ix] Por tener poca disposición para el diálogo, estos padres conocen poco de sus hijos, los cuales crecen sin sueños o intereses personales.
Por ser severos, demasiado exigentes, estos padres pueden desarrollar hijos perfeccionistas, siempre insatisfechos consigo mismos: sus errores, sus fallas comunes; al mismo tiempo, esos hijos pueden ser intolerantes con otros.
Padres ideales
Los padres ideales son los padres participativos: “imponen reglas y límites, pero también dan mucho afecto y se involucran directamente en la vida de los hijos”.[x] ¿Y cómo lograr ser un padre y madre ideales? Probablemente el secreto esté en el diálogo. Fundamentados en un diálogo maduro, estos padres explican a los hijos el porqué de las decisiones tomadas. Son firmes y claros en las explicaciones, y al mismo tiempo demuestran preocupación por los hijos, pues no consideran pérdida de tiempo dedicar minutos o hasta horas a la exposición de razones a los hijos.
Esta actitud demuestra que los padres participativos no confían en que la suerte determinará la felicidad presente y futura de la familia. No. Ellos asumen el timón del hogar como verdaderos capitanes, y están dispuestos a encarar los desafíos, con tal que puedan atravesar seguros los mares de la educación familiar.
Estas son algunas características de padres participativos:
Padres participativos no se quedan negociando las notas de los hijos en la escuela; conversan con los profesores, sí, pero en lugar de solo exigir una postura diferente de la escuela, exigen que sus hijos tomen el estudio en serio. Y les señalan el mejor camino para lograrlo.
Los padres participativos no solo les dicen a los hijos que esto o aquello está equivocado; van más allá; les dicen cuál es el comportamiento esperado, enfocan la postura correcta y no resaltan la postura equivocada.
Los padres participativos son amorosos y afectivos y al mismo tiempo firmes y disciplinan a sus hijos. Toman en serio el texto bíblico de Efesios 6:4, donde el apóstol Pablo presenta las responsabilidades de los padres hacia sus hijos.
Paternidad y maternidad: un desafío sagrado
Efesios 6:4 afirma: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Si por un lado la primera parte del versículo deja claro que no debemos ser opresivos, abusivos y descuidados con nuestros hijos, la segunda parte del versículo aclara que la vida familiar no es un circo ni un picnic, y tampoco una colonia de vacaciones. En la familia cristiana no todo es fiesta, carcajadas y juegos. En la vida familiar debe haber disciplina y amonestación.
La segunda parte del versículo citado es un aviso a los padres sobre la seriedad de la paternidad y de la maternidad, pero es también un mensaje indirecto a los hijos sobre lo que deben esperar de sus padres. Es verdad que los hijos deben esperar que sus padres los protejan, los ayuden, que estén siempre presentes, demostrando cariño y comprensión. Pero es también verdad que los hijos deben esperar que sus padres sean firmes, rígidos y que no dejen de lado las cosas equivocadas que los hijos comenten. Una familia según el corazón de Dios es una mezcla de cuidado y protección, junto con disciplina y amonestación. Porque si en la familia no se encuentran esos dos componentes, los resultados serán de tristeza aquí en la Tierra, con efectos irreparables para la eternidad.

[i] Mauricio Knobel. Orientação Familiar [Orientación familiar], p. 144.
[ii] Dinah Martins de Souza Campos. Psicologia da adolescência: Normalidade e Psicopatologia [Psicología de la adolescencia: Normalidad y Psicopatología] , p. 89.
[iii] Arminda Aberastury y Mauricio Knobel. Adolescência normal [Adolescencia normal], p. 36 e 66.
[iv] Elizabeth B. Hurlock. Desenvolvimento do adolescente [El desarrollo del adolescente]. Tradução de Auriphebo Berrance Simões. São Paulo: McGraw-Hill do Brasil, 1979, p. 498.
[v]  Ibíd., p. 468 a 473.
[vi] Adaptado de Leo  Fraiman. Meu filho chegou à adolescência, e agora?[Mi hijo llegó a la adolescencia¿y ahora?] Sao Paulo: Integrare Editora, 2011, p. 38-44.
[vii] Ibíd., p. 39.
[viii] Ibíd., p. 54.
[ix] Ibíd., p. 56.
[x] Ibíd., p. 63.

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