“Y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros” (Deuteronomio 26:8). “Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos” (Salmo 78:53).
Dios tomó a Israel entre las naciones para ser un pueblo especial, con un propósito especial y en un tiempo especial. Lo colocó en una tierra de común acceso a todas las naciones de su época, para que fueran observados por todos los pueblos. Al sacarlos de Egipto con mano fuerte, los protegió de una forma milagrosa cada día que estuvieron en el desierto. Desde su salida una nube los cubría durante el día para que el sol del desierto, tan abrasador, no los consumiesen, y de noche los cubría una columna de fuego para que el frío de la noche no los congelase. Salieron milagrosamente de Egipto, cruzaron el Mar Rojo en seco, sus enemigos destruidos delante de ellos. Les dio agua pura de la roca, les dio pan que caía del cielo, a fin de no padecer de hambre en el desierto. El pan caía del cielo, sin embargo, ellos deberían recogerlo; este milagro se produjo seis días n la semana, durante toda su peregrinación en el desierto, hasta que transpusieron el Jordán; de allí en adelante deberían trabajar la tierra para conseguir su alimento.
Fueron protegidos mediante leyes de salud, que Moisés recibió directamente de Dios. Estas leyes, tan sagradas, como la ley de Dios, siguen siendo las bases de leyes sanitarias de nuestros días. Salieron con el cuerpo, pero su espíritu quedó en Egipto.
“Y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (Éxodo 16:3).
“Nos acordamos del pescado que comían en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos” (Números 11:4-8)
¿Tenemos alguna semejanza con el pueblo de Israel? ¿Será que Dios actúa con su pueblo de la misma forma? ¿Por qué era tan importante la comida en aquel tiempo? ¿Acontece lo mismo en nuestros días? Veamos un poco las cosas desde el principio.
“Eva tenía todo lo que podía hacerla feliz. Estaba rodeada de frutas de toda variedad. Sin embargo el fruto del árbol prohibido apareció más deseable a sus ojos que el fruto de todos los otros árboles del huerto de los cuales podía comer libremente. Fue intemperante en sus deseos. Comió, y por su influencia, su esposo también comió, y una maldición descansó sobre ambos... Y desde la caída, ha existido la intemperancia en casi todas sus formas” (Consejos sobre el Régimen alimenticio, Pág. 171).
Satanás venció a Eva en el Jardín del Edén a través del apetito y desde entonces ha perseguido a la humanidad con esta tentación a fin de mantenerlos bajo su control. Cristo no fue impune a esta tentación. La primera gran tentación de Satanás fue la misma que enfrentó Eva en el Edén: El apetito.
“En el desierto de la tentación Cristo hizo frente a las grandes tentaciones fundamentales que habían e asaltar al hombre. Allí se encontró solo con el enemigo sutil y astuto, y lo venció. La primera gran tentación actuó sobre el apetito; la segunda, sobre la presunción; la tercera, sobre el amor al mundo. Satanás ha vencido a millones tentándolos a la complacencia del apetito. Por medio de la gratificación del gusto, el sistema nervioso se excita y el poder del cerebro se debilita, haciendo imposible pensar con calma y en forma racional. La mente se desequilibra. Sus facultades más altas y más nobles son pervertidas para servir a la lujuria animal, y los intereses sagrados y eternos con desatendidos. Cuando se obtiene este objetivo, Satanás puede venir con sus otras dos principales tentaciones y hallar acceso libre. Sus múltiples tentaciones surgen de estos tres grandes puntos principales” (Consejos sobre el régimen alimenticio, Pág. 178).
“Satanás viene al hombre como vino a Cristo, con su muy poderosa tentación a complacer el apetito. Bien conoce su poder para vencer al hombre en este punto. Venció a Adán y Eva en el Edén en el terreno del apetito, y ellos perdieron su hogar bendito” (Idem. 180, 181).
No permitamos que Satanás encuentre libre acceso en nuestras vidas, mantengamos nuestro estilo de vida bajo el control de Cristo, porque su poder nos hará vencedores. Estamos preparándonos para reconquistar el Edén perdido. ¡Cuán importante es prestar atención a los consejos inspirados, de modo que podamos reflejar nuevamente la imagen de Dios, para que él nos pueda reclamar como sus hijos! Todo esfuerzo realizado para armonizar nuestra vida en este aspecto, será poco, pero vale la pena cerrar la puerta para el enemigo de las almas.
Hemos salido de Egipto con mano fuerte, el Señor nos guía con seguridad, somos protegidos cada día por su maravillosa gracia; estamos marchando para la Tierra prometida. Que nuestro espíritu marche junto con nosotros y no se vuelva a las ollas de Egipto, porque podría ser que repitamos la experiencia de Israel y no podamos abandonar el desierto. Es una lucha diaria, sin retrocesos; no tengamos temor de afrontarla, el Señor está de nuestra parte.
“Es un asunto muy difícil desaprender los hábitos que se han complacido durante toda la vida y que han educado el apetito. El demonio de la intemperancia no se vence fácilmente. Tiene una enorme fuerza y es difícil de dominar” (Consejos sobre salud, Pág. 611).
“En el caso de nuestros primeros padres, el deseo intemperante dio por resultado la pérdida del Edén. La templanza en todo tiene que ver con nuestra reintegración en el Edén más de lo que los hombres se imagina” (Ministerio de curación, Pág. 91).
No hacemos de la temperancia una prueba de confesión de fe. Temperancia es una de las cuatro virtudes que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos. Abstención de todo el mal y moderación de todo lo que es bueno. Equilibrio en todas las cosas. Los extremos nos llevan por caminos equivocados, ya sea de un lado radial o por la indiferencia. Como adventistas no tenemos problema con tabaco, alcohol o drogas, ya que por principio, no por prohibición, nos abstenernos de todo esto. Somos templos del Espíritu Santo. Pueblo santo, separado para nuestro Dios. El Señor nos llamó para que seamos “un pueblo santo”, nos escogió para que fuésemos su propio pueblo de todos los pueblos que hay sobre la tierra (Deuteronomio 7:6).
Un pueblo santo es un pueblo separado, apartado de las costumbres de las naciones que lo rodean y dedicado exclusivamente al servicio de Dios. Apartado de todo aquello que arruina la vida y pervierte el apetito. Apartado de las cosas que el mundo ofrece y desagradan a Dios. Apartado de todo lo que nos separa de nuestro Dios; apartado del estilo de vida de este mundo.
De nada sirve colocar el cuerpo bajo rigurosas formas alimenticias, de ejercicios y otros, si nuestra mente continúa pensando y viviendo aquello que dejamos en Egipto. Si así fuera, estuviéramos engañándonos a nosotros mismos, estaríamos tratando de salvarnos por las obras y no es lo que Dios pide de nosotros. Lo que no es genuino, desequilibra a la persona y la lleva por caminos errados.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos” (S. Juan 14:15).
“pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos” (1 S. Juan 5:3).
Cuando amamos a Dios, tratamos de hacer todo lo posible para agradarlo y eso no es una carga, es por amor. Dios es amor, su ley es amor, sus preceptos que guían nuestra vida son amor, fueron dados para nuestro bien y el cumplirlos es la prolongación del amor de Dios en nuestras vidas. Es vivir en armonía con el cielo ahora y prepararnos para la vida venidera.
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1,2).
“Dios exige que el cuerpo le sea presentado como sacrificio vivo, no como sacrificio muerto o moribundo. Las ofrendas de los antiguos hebreos debían ser sin tacha, ¿y será agradable para Dios aceptar una ofrenda humana llena de enfermedad y corrupción? Él nos dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo; y nos exige que cuidemos este templo, a fin de que sea una habitación adecuada para su Espíritu. El apóstol Pablo nos da esta amonestación: “No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19, 20). Todos deben ser muy cuidadosos para preservar el cuerpo en la mejor condición de salud posible, a fin de que puedan rendir a Dios un servicio perfecto, y cumplir su deber en la familia y en la sociedad” (Consejos sobre el régimen alimenticio, Pág. 22, 23).
“... Todas las leyes de la naturaleza-que son las leyes de Dios-han sido ideadas para nuestro bien. Su obediencia promoverá nuestra felicidad en esta vida y nos ayudará a prepararnos para la vida futura” (Idem. Pág. 25).
“... Toda ley que gobierna la maquinaria humana ha de ser considerada tan divina en su origen, en su carácter y en su importancia como la Palabra de Dios” (Idem. Pág. 17).
“Sed santos, porque yo soy santo” (1 S. Pedro 1:16).
Es comenzar a vivir en esta tierra como Cristo vivió. Es tratar de reflejar el carácter de Cristo en nuestra vida diaria, es mostrar al mundo el estilo de vida de los cristianos.
“Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces, vendrá él para reclamarlos como suyos” (Palabras de vida del gran Maestro, Pág. 43).
Es de mucha importancia que demos atención a estos asuntos, que podrían parecer anticuados, pero si nosotros, conociendo la luz de estas verdades no hacemos nuestra parte, otros que no la poseen se nos adelantarán.
“Toda iglesia necesita dar testimonio claro y definido, dando el sonido cierto de la trompeta. Si podemos despertar la sensibilidad moral sobre el tema de practicar la temperancia en todas las cosas, se obtendrá una gran victoria... Moisés predicó mucho sobre este tema, y la razón por la cual el pueblo no entró en la tierra prometida fue la complacencia con el apetito. Las nueve décimas partes de la maldad que hay entre los niños de estos días, es causada por la intemperancia en el comer y beber. Adán y Eva perdieron el Edén debido a la complacencia del apetito, y solamente lo reconquistamos negándonos a nosotros mismos” (Review and Herald, october 21, 1884).
“A medida que nos acercamos al fin del tiempo, debemos elevarnos cada vez más en el asunto de la reforma pro salud y temperancia cristiana, presentándolo de una manera positiva y decidida” (Manuscrito 87, 1908).
“Es designio de Dios que la influencia restauradora de la reforma pro salud sea una parte del último gran esfuerzo para proclamar el mensaje Angélico” (Med. Ministry, Pág. 259).
¿Cuándo será este último gran esfuerzo? Estamos mucho más cerca del fin que cuando surgimos como pueblo en 1844. Los políticos dicen que todavía no ha llegado el tiempo. Como adventistas sabemos que estamos viviendo en el tiempo del fin. ¿Cuándo será el tiempo para que nos preparemos y proclamemos estos mensajes en forma más positiva y decidida? Alguien dijo: “Ayer fue un cheque cancelado, mañana será un pagaré. Hoy es cash”. Dejar para mañana es incierto, pues el mañana no nos pertenece todavía. Hoy es nuestro día de oportunidad.
“Día por día todos somos probados, corregidos y educados para ser útiles en esta vida. Pensad en esto: sólo un día por vez. Un día es mío. Haré en este día lo mejor que pueda. Usaré mi talento del habla para ser una bendición para algún otro; un ayudador, un consolador, un ejemplo que el Señor, mi Salvador, apruebe” (Mente, carácter y personalidad, T. 1, Pág. 15).
Aprovechemos al máximo nuestro día de oportunidad para colocar nuestra vida en armonía con el cielo, para vivir plenamente la vida que Cristo nos da, para caminar por este mundo tomados de la segura mano de nuestro Salvador, y a pesar de las dificultades que puedan surgir, mantener un rumbo seguro.
“A Jehová he puesto siempre delante de mi; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente” (Salmo 16:8,9).
“La única seguridad para cualquiera de nosotros consiste en aferrarnos a Jesús, y en no permitir que cosa alguna separe al alma de sus poderoso Ayudador” (Joyas de los testimonios, V. 2, Pág. 139).
Aferrémonos firmemente en Jesús y en sus promesas para vivir confiadamente bajo su dirección y preparémonos para un glorioso porvenir.
“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? ... las enseñarás a tus hijos, ya los hijos de tus hijos” (Deuteronomio 4:5-9).
Las bases sobre salud y temperancia fueron dadas por Dios a Moisés, a fin de que el pueblo escogido viviera saludablemente y fuera ejemplo de todas las naciones. A partir de 1863, Elena G. De White recibió más luz sobre estos temas y varios de estos asuntos, recién la ciencia está descubriendo en nuestros días. Esto nos coloca frente a una gran responsabilidad, porque al recibir esta luz debemos utilizarla y colocarla en un lugar alto para iluminar a otros.
“Hay solo pocos que hasta ahora han despertado suficientemente como para entender cuánto tiene que ver sus hábitos de alimentación con su salud, su carácter, con su utilidad en este mundo y con su destino eterno. Vi que es deber de los que han recibido la luz del cielo y han comprendido los beneficios de andar con ella, al manifestar un interés mayor que los que todavía sufren falta de conocimiento. Los observadores del sábado, que están esperando la cerca aparición de su Salvador deben ser los últimos en manifestar falta de interés en esta gran obra de reforma. Debe instruirse a los hombres y mujeres, a los ministros y el pueblo debe sentir que la carga de la obra descansa sobre ellos para agitar el tema y presentarlo con fuerza delante de los demás” (Testimonies. T. 1, Págs. 488, 489).
Que estos pocos que han entendido la importancia de la luz recibida y están preparándose para el retorno de Jesús, se multipliquen.
Nos toca vivir en una época de grandes cambios en el mundo económico, en el mundo político, n el mundo social y en el mundo religioso. Cambios que afectan nuestro diario vivir y adaptación a las nuevas realidades. Nos acercamos al fin del peregrinaje y el tiempo es breve. Adecuemos nuestro estilo e vida a las realidades eternas.
“Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados” (2 Crónicas 20:20).
Tito Max Rodríguez,
Dpto. de Salud DSA.