martes, 12 de julio de 2011

UN DÍA ES MIO: HARE EN ESTE DIA LO MEJOR QUE PUEDA

“Y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros” (Deuteronomio 26:8).  “Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos” (Salmo 78:53).

      Dios tomó a Israel entre las naciones para ser un pueblo especial, con un propósito especial y en un tiempo especial.  Lo colocó en una tierra de común acceso a todas las naciones de su época, para que fueran observados por todos los pueblos.  Al sacarlos de Egipto con mano fuerte, los protegió de una forma milagrosa cada día que estuvieron en el desierto.  Desde su salida una nube los cubría durante el día para que el sol del desierto, tan abrasador, no los consumiesen, y de noche los cubría una columna de fuego para que el frío de la noche no los congelase.  Salieron milagrosamente de Egipto, cruzaron el Mar Rojo en seco, sus enemigos destruidos delante de ellos.  Les dio agua pura de la roca, les dio pan que caía del cielo, a fin de no padecer de hambre en el desierto.  El pan caía del cielo, sin embargo, ellos deberían recogerlo;  este milagro se produjo seis días n la semana, durante toda su peregrinación en el desierto, hasta que transpusieron el Jordán; de allí en adelante deberían trabajar la tierra para conseguir su alimento.

      Fueron protegidos mediante leyes de salud, que Moisés recibió directamente de Dios.  Estas leyes, tan sagradas, como la ley de Dios, siguen siendo las bases de leyes sanitarias de nuestros días.  Salieron con el cuerpo, pero su espíritu quedó en Egipto.

      “Y les decían los hijos de Israel:  Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos;  pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (Éxodo 16:3).

      “Nos acordamos del pescado que comían en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos” (Números 11:4-8)

      ¿Tenemos alguna semejanza con el pueblo de Israel? ¿Será que Dios actúa con su pueblo de la misma forma? ¿Por qué era tan importante la comida en aquel tiempo? ¿Acontece lo mismo en nuestros días? Veamos un poco las cosas desde el principio.

      “Eva tenía todo lo que podía hacerla feliz.  Estaba rodeada de frutas de toda variedad.  Sin embargo el fruto del árbol prohibido apareció más deseable a sus ojos que el fruto de todos los otros árboles del huerto de los cuales podía comer libremente.  Fue intemperante en sus deseos.  Comió, y por su influencia, su esposo también comió, y una maldición descansó sobre ambos...  Y desde la caída, ha existido la intemperancia en casi todas sus formas” (Consejos sobre el Régimen alimenticio, Pág. 171).

      Satanás venció a Eva en el Jardín del Edén a través del apetito y desde entonces ha perseguido a la humanidad con esta tentación a fin de mantenerlos bajo su control.  Cristo no fue impune a esta tentación.  La primera gran tentación de Satanás fue la misma que enfrentó Eva en el Edén:  El apetito.

      “En el desierto de la tentación Cristo hizo frente a las grandes tentaciones fundamentales que habían e asaltar al hombre.  Allí se encontró solo con el enemigo sutil y astuto, y lo venció.  La primera gran tentación actuó sobre el apetito; la segunda, sobre la presunción; la tercera, sobre el amor al mundo.  Satanás ha vencido a millones tentándolos a la complacencia del apetito.  Por medio de la gratificación del gusto, el sistema nervioso se excita y el poder del cerebro se debilita, haciendo imposible pensar con calma y en forma racional.  La mente se desequilibra.  Sus facultades más altas y más nobles son pervertidas para servir a la lujuria animal, y los intereses sagrados y eternos con desatendidos.  Cuando se obtiene este objetivo, Satanás puede venir con sus otras dos principales tentaciones y hallar acceso libre.  Sus múltiples tentaciones surgen de estos tres grandes puntos principales” (Consejos sobre el régimen alimenticio, Pág. 178).

      “Satanás viene al hombre como vino a Cristo, con su muy poderosa tentación a complacer el apetito.  Bien conoce su poder para vencer al hombre en este punto.  Venció a Adán y Eva en el Edén en el terreno del apetito, y ellos perdieron su hogar bendito” (Idem. 180, 181).

      No permitamos que Satanás encuentre libre acceso en nuestras vidas, mantengamos nuestro estilo de vida bajo el control de Cristo, porque su poder nos hará vencedores.  Estamos preparándonos para reconquistar el Edén perdido.  ¡Cuán importante es prestar atención a los consejos inspirados, de modo que podamos reflejar nuevamente la imagen de Dios, para que él nos pueda reclamar como sus hijos!  Todo esfuerzo realizado para armonizar nuestra vida en este aspecto, será poco, pero vale la pena cerrar la puerta para el enemigo de las almas.

      Hemos salido de Egipto con mano fuerte, el Señor nos guía con seguridad, somos protegidos cada día por su maravillosa gracia; estamos marchando para la Tierra prometida.  Que nuestro espíritu marche junto con nosotros y no se vuelva a las ollas de Egipto, porque podría ser que repitamos la experiencia de Israel y no podamos abandonar el desierto.  Es una lucha diaria, sin retrocesos; no tengamos temor de afrontarla, el Señor está de nuestra parte.

      “Es un asunto muy difícil desaprender los hábitos que se han complacido durante toda la vida y que han educado el apetito.  El demonio de la intemperancia no se vence fácilmente.  Tiene una enorme fuerza y es difícil de dominar” (Consejos sobre salud, Pág. 611).

      “En el caso de nuestros primeros padres, el deseo intemperante dio por resultado la pérdida del Edén.  La templanza en todo tiene que ver con nuestra reintegración en el Edén más de lo que los hombres se imagina” (Ministerio de curación, Pág. 91).

      No hacemos de la temperancia una prueba de confesión de fe.  Temperancia es una de las cuatro virtudes que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos.  Abstención de todo el mal y moderación de todo lo que es bueno.  Equilibrio en todas las cosas.  Los extremos nos llevan por caminos equivocados, ya sea de un lado radial o por la indiferencia.  Como adventistas no tenemos problema con tabaco, alcohol o drogas, ya que por principio, no por prohibición, nos abstenernos de todo esto.  Somos templos del Espíritu Santo.  Pueblo santo, separado para nuestro Dios.  El Señor nos llamó para que seamos “un pueblo santo”, nos escogió para que fuésemos su propio pueblo de todos los pueblos que hay sobre la tierra (Deuteronomio 7:6).

      Un pueblo santo es un pueblo separado, apartado de las costumbres de las naciones que lo rodean y dedicado exclusivamente al servicio de Dios.  Apartado de todo aquello que arruina la vida y pervierte el apetito.  Apartado de las cosas que el mundo ofrece y desagradan a Dios.  Apartado de todo lo que nos separa de nuestro Dios; apartado del estilo de vida de este mundo.

      De nada sirve colocar el cuerpo bajo rigurosas formas alimenticias, de ejercicios y otros, si nuestra mente continúa pensando y viviendo aquello que dejamos en Egipto.  Si así fuera, estuviéramos engañándonos a nosotros mismos, estaríamos tratando de salvarnos por las obras y no es lo que Dios pide de nosotros.  Lo que no es genuino, desequilibra a la persona y la lleva por caminos  errados.

      “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (S. Juan 14:15).

      “pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos” (1 S. Juan 5:3).

      Cuando amamos a Dios, tratamos de hacer todo lo posible para agradarlo y eso no es una carga, es por amor.  Dios es amor, su ley es amor, sus preceptos que guían nuestra vida son amor, fueron dados para nuestro bien y el cumplirlos es la prolongación del amor de Dios en nuestras vidas.  Es vivir en armonía con el cielo ahora y prepararnos para la vida venidera.

      “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1,2).

      “Dios exige que el cuerpo le sea presentado como sacrificio vivo, no como sacrificio muerto o moribundo.  Las ofrendas de los antiguos hebreos debían ser sin tacha, ¿y será agradable para Dios aceptar una ofrenda humana llena de enfermedad y corrupción?  Él nos dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo; y nos exige que cuidemos este templo, a fin de que sea una habitación adecuada para su Espíritu.  El apóstol Pablo nos da esta amonestación:  “No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en  vuestro cuerpo y en vuestro espíritu los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19, 20).  Todos deben ser muy cuidadosos para preservar el cuerpo en la mejor condición de salud posible, a fin de que puedan rendir a Dios un servicio  perfecto, y cumplir su deber en la familia y en la sociedad” (Consejos sobre el régimen alimenticio, Pág. 22, 23).

      “... Todas las leyes de la naturaleza-que son las leyes de Dios-han sido ideadas para nuestro bien.  Su obediencia promoverá nuestra felicidad en esta vida y nos ayudará a prepararnos para la vida futura” (Idem. Pág. 25).

      “... Toda ley que gobierna la maquinaria humana ha de ser considerada tan divina en su origen, en su carácter y en su importancia como la Palabra de Dios” (Idem. Pág. 17).

      “Sed santos, porque yo soy santo” (1 S. Pedro 1:16).

      Es comenzar a vivir en esta tierra como Cristo vivió.  Es tratar de reflejar el carácter de Cristo en nuestra vida diaria, es mostrar al mundo el estilo de vida de los cristianos.

      “Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces, vendrá él para reclamarlos como suyos” (Palabras de vida del gran Maestro, Pág. 43).

      Es de mucha importancia que demos atención a estos asuntos, que podrían parecer anticuados, pero si nosotros, conociendo la luz de estas verdades no hacemos nuestra parte, otros que no la poseen se nos adelantarán.

      “Toda iglesia necesita dar testimonio claro y definido, dando el sonido cierto de la trompeta.  Si podemos despertar la sensibilidad moral sobre el tema de practicar la temperancia en todas las cosas, se obtendrá una gran victoria...  Moisés predicó mucho sobre este tema, y la razón por la cual el pueblo no entró en la tierra prometida fue la complacencia con el apetito.  Las nueve décimas partes de la maldad que hay entre los niños de estos días, es causada por la intemperancia en el comer y beber.  Adán y Eva perdieron el Edén debido a la complacencia del apetito, y solamente lo reconquistamos negándonos a nosotros mismos” (Review and Herald, october 21, 1884).

      “A medida que nos acercamos al fin del tiempo, debemos elevarnos cada vez más en el asunto de la reforma pro salud y temperancia cristiana, presentándolo de una manera positiva y decidida” (Manuscrito 87, 1908).

      “Es designio de Dios que la influencia restauradora de la reforma pro salud sea una parte del último gran esfuerzo para proclamar el mensaje Angélico” (Med. Ministry, Pág. 259).

      ¿Cuándo será este último gran esfuerzo?  Estamos mucho más cerca del fin que cuando surgimos como pueblo en 1844.  Los políticos dicen que todavía no ha llegado el tiempo.  Como adventistas sabemos que estamos viviendo en el tiempo del fin.  ¿Cuándo será el tiempo para que nos preparemos y proclamemos estos mensajes en forma más positiva y decidida?  Alguien dijo:  “Ayer fue un cheque cancelado, mañana será un pagaré.  Hoy es cash”.  Dejar para mañana es incierto, pues el mañana no nos pertenece todavía.  Hoy es nuestro día de oportunidad.

      “Día por día todos somos probados, corregidos y educados para ser útiles en esta vida.  Pensad en esto:  sólo un día por vez.  Un día es mío.  Haré en este día lo mejor que pueda.  Usaré mi talento del  habla para ser una bendición para algún otro;  un ayudador, un consolador, un ejemplo que el Señor, mi Salvador, apruebe” (Mente, carácter y personalidad, T. 1, Pág. 15).

      Aprovechemos al máximo nuestro día de oportunidad para colocar nuestra vida en armonía con el cielo, para vivir plenamente la vida que Cristo nos da, para caminar por este mundo tomados de la segura mano de nuestro Salvador, y a pesar de las dificultades que puedan surgir, mantener un rumbo seguro.

      “A Jehová he puesto siempre delante de mi; porque está a mi diestra, no seré conmovido.  Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente” (Salmo 16:8,9).

      “La única seguridad para cualquiera de nosotros consiste en aferrarnos a Jesús, y en no permitir que cosa alguna separe al alma de sus poderoso Ayudador” (Joyas de los testimonios, V. 2, Pág. 139).

      Aferrémonos firmemente en Jesús y en sus promesas para vivir confiadamente bajo su dirección y preparémonos para un glorioso porvenir.

      “Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella.  Guardadlos, pues, y ponedlos por obra;  porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán:  Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es  esta.  Porque ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? ...  las enseñarás a tus hijos, ya los hijos de tus hijos” (Deuteronomio 4:5-9).

      Las bases sobre salud y temperancia fueron dadas por Dios a Moisés, a fin de que el pueblo escogido viviera saludablemente y fuera ejemplo de todas las naciones.  A partir de 1863, Elena G. De White recibió más luz sobre estos temas y varios de estos asuntos, recién la ciencia está  descubriendo en nuestros días.  Esto nos coloca frente a una gran responsabilidad, porque al recibir esta luz debemos utilizarla y colocarla en un lugar alto para iluminar a otros.

      “Hay solo pocos que hasta ahora han despertado suficientemente como para entender cuánto tiene que ver sus hábitos de alimentación con su salud, su carácter, con su utilidad en este mundo y con su destino eterno.  Vi que es deber de los que han recibido la luz del cielo y han comprendido los beneficios de andar con ella, al manifestar un interés mayor que los que todavía sufren falta de conocimiento.  Los observadores del sábado, que están esperando la cerca aparición de su Salvador deben ser los últimos en manifestar falta de interés en esta gran obra de reforma.  Debe instruirse a los hombres y mujeres, a los ministros y el pueblo debe sentir que la carga de la obra descansa sobre ellos para agitar el tema y presentarlo con fuerza delante de los demás” (Testimonies. T. 1, Págs. 488, 489).

      Que estos pocos que han entendido la importancia de la luz recibida y están preparándose para el retorno de Jesús, se multipliquen.

      Nos toca vivir en una época de grandes cambios en el mundo económico, en el mundo político, n el mundo social y en el mundo religioso.  Cambios que afectan nuestro diario vivir y adaptación a las nuevas realidades.  Nos acercamos al fin del peregrinaje y el tiempo es breve.  Adecuemos nuestro estilo e vida a las realidades eternas.

      “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados” (2 Crónicas 20:20).

Tito Max Rodríguez,
Dpto. de Salud DSA.

jueves, 7 de julio de 2011

Control del apetito


Gén. 3:6:  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árboles codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.

     “Eva tenía todo lo que podía hacerla feliz.  Estaba rodeada de frutas de toda variedad.  Sin embargo el fruto del árbol prohibido apareció más deseable a sus ojos que el fruto de  todos los otros árboles del huerto de los cuales podía comer libremente.  Fue intemperante en sus deseos.  Comió, y por su influencia, su esposo también comió, y una maldición descansó sobre amos.  La tierra  también fue maldecida a causa del pecado de ellos.  Y desde la caída, ha existido la intemperancia en casi todas sus formas.  El apetito ha dominado la razón.  La familia humana ha seguido una conducta de desobediencia, y como Eva, ha sido engañada por Satanás para descuidar las prohibiciones que Dios ha establecido, haciéndose la ilusión de que las consecuencias no serían tan terribles como se había creído” (Consejos sobre régimen alimenticio, Pág. 171).

              “Una de las más fuertes tentaciones a que el hombre tiene que hacer frente es la del apetito.  En el comienzo el Señor hizo al hombre recto.  Fue creado con una mente del todo equilibrada, y el tamaño y la fuerza de todos sus órganos estaban plena y armoniosamente desarrollados.  Pero debido a las seducciones del artero enemigo, la prohibición de Dios fue desatendida, y las leyes de la naturaleza exigieron su completo castigo...

     “Desde la primera vez que el género humanos e rindió al apetito, la complacencia propia ha seguido aumentando, hasta el punto de que la salud ha sido sacrificada sobre el altar del  apetito.  Los habitantes del mundo antediluviano eran intemperantes en el comer y beber.  Querían tener carne, aunque Dios en ese tiempo no le había dado al hombre permiso para consumir alimentos animales.  Comieron y bebieron hasta que la complacencia de su apetito depravado no conoció límites, y entonces se corrompieron tanto que Dios no los pudo soportar más.  Su copa de iniquidad se llenó, y el Señor limpió la tierra de esta contaminación moral por medio del diluvio” (Idem, Págs. 173, 174).

     Gén. 25:27-34: “... Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo...  Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas;  y él comió y bebió, y se levantó y se fue...”.

     Gén. 27:4, 14:  “Y hazme un guisado como a mi me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera...  Y su madre hizo guisados, como a su padre le gustaba”.

     “Esaú un fuerte deseo especial de un alimento definido, y por tanto tiempo había complacido y el yo que no sintió la necesidad de abstenerse del plato tentador y codiciado.  Siguió pensando en él sin hacer ningún esfuerzo especial para reprimir su deseo, hasta que el poder del apetito venció toda otra consideración, y lo dominó, de manera que imaginó que sufriría gran inconveniente, y aún la muerte, si no podía tener aquel plato particular.  Cuanto más pensaba en el asunto, más se fortalecía su deseo, hasta que su primogenitura, que era tan sagrada, perdió su valor y su carácter sagrado” (Consejos sobre régimen alimenticio, Pág. 175).

     Ex. 16:3 “Y les decían los hijos de Israel:  Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos...”

     “Cuando el Dios de Israel sacó a sus hijos de Egipto, los mantuvo en gran medida privados de la carne, pero les dio pan del cielo, y agua de la dura roca.  Mas no se manifestaron satisfechos con esto.  Detestaron el alimento que se les había dado y desearon verse de vuelta en Egipto, donde podían sentarse ante las ollas de carne.  Preferían soportar la esclavitud, y aún la muerte, antes que verse privados de la carne.  Dios les concedió su deseo, dándoles carne, y dejando que comieran hasta que su glotonería produjo una plaga, de la cual muchos murieron” (Consejos sobre régimen alimenticio, Pág. 175).

     Dan. 1:5-8:  “... Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, no con el vino que él bebía...”

     “Las tentaciones a complacer el apetito representan un poder capaz de ser vencido sólo con la ayuda que Dios puede impartir.  Pero con cada tentación tenemos la promesa de Dios de que habrá una vía de escape.  ¿Por qué, entonces, tantos son vencidos?  Es porque no ponen su confianza en Dios.  No se valen de los medios provistos para su seguridad.  Las excusas ofrecidas para la complacencia del apetito pervertido no tienen, por lo tanto, peso alguno ante Dios.

     “Daniel evaluaba su capacidad humana, pero no confió en ella.  Su confianza estaba puesta en la fuerza que Dios ha prometido a todos los que acuden a él con humilde dependencia, descansando plenamente en su poder.

     “Propuso en su corazón de no contaminarse con la porción de la carne del rey, ni con el vino de su beber; porque sabía que un régimen semejante no fortalecería sus facultades ni aumentaría su capacidad mental.  No quería usar vino, ni ningún otro estimulante antinatural:  no quería hacer nada que oscureciera su mente; y Dios le dio “conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias”, y también entendimiento en toda visión y sueños” (Dan. 1:17)

              “los padres de Daniel lo habían educado en su niñez en hábitos de estricta temperancia.  Le habían enseñado que debía conformarse a las leyes de la naturaleza en todos sus hábitos:  que su comer y beber tenían una influencia directa sobre su naturaleza física, mental y moral, y que era tenido por responsable, delante de Dios, por su capacidades; pues él las consideraba todas como dones de Dios, y no debía empequeñecerlas o destruirlas por ningún proceder suyo.  Como resultado de esta enseñanza, la ley de Dios fue exaltada en su mente, y reverenciada en su corazón.  Durante los primeros años de su cautividad, Daniel estaba pasando por una gran prueba que había de familiarizarlo con la pompa, la hipocresía y el paganismo de la corte.  ¡Por cierto que era una extraña escuela para prepararlo para una vida de sobriedad, trabajo y fidelidad! Y sin embargo vivió sin ser corrompido por la atmósfera del mal de la cual estaba rodeado.

     “la experiencia de Daniel y de sus jóvenes compañeros ilustra los beneficios que pueden resultar de un régimen abstemio, y muestra lo que Dios hará en beneficio de los que cooperan con él en la purificación y elevación de las almas.  Ellos fueron un honor para Dios, y una luz brillante en la corte de Babilonia.

     “En esta historia oímos la voz de Dios que se dirige a nosotros individualmente y nos pide que reunamos todos los rayos de luz con respecto a este tema de la temperancia cristiana, para colocarnos en la debida relación con las leyes de la salud” (Consejos sobre régimen alimenticio, Págs. 182, 193).

     S. Mat. 4:2-4:  “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.  Y vino a él el tentador, y le dijo:  si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.  Él respondió y dijo:  Escrito está:  No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

     “En el desierto de la tentación Cristo hizo frente a las grandes tentaciones fundamentales que habían de asaltar al hombre.  Allí se encontró solo con el enemigo sutil y astuto, y lo venció.  La primera gran tentación actuó sobre el apetito; la segunda, sobre la presunción; la tercera, sobre el amor al mundo.  Satanás ha vencido a millones tentándolos a la complacencia del apetito.  Por medio de la gratificación del gusto, el sistema nervioso se excita y el poder del cerebro se debilita, haciendo imposible pensar con calma y en forma racional.  La mente se desequilibra.  Sus facultades más altas y más nobles son pervertidas para servir a la lujuria animal, y los intereses sagrados y eternos son desatendidos.  Cuando se obtiene este objetivo, Satanás puede venir con sus otras dos principales tentaciones y hallar acceso libre.  Sus múltiples tentaciones surgen de estos tres grandes puntos principales.

     “De todas las lecciones que se desprenden de la primera gran tentación de nuestro Señor, ninguna es más importante que la relacionada con el dominio de los apetitos y pasiones.  En todas las edades, las tentaciones atrayentes para la naturaleza física han sido las más eficaces para corromper y degradar a la humanidad.  Mediante la intemperancia, Satanás abra para destruir las facultades mentales y morales que Dios dio al hombre como un don inapreciable.  Así viene a ser imposible para los hombres apreciar las cosas de valor eterno.  Mediante la complacencia de los sentidos, Satanás trata de borrar del alma todo vestigio e la semejanza divina” (Consejos sobre régimen alimenticio, Págs. 178, 179).

     “Satanás viene al hombre como vino a Cristo, con su muy poderosa tentación a complacer el apetito.  Bien conoce su poder para vencer al hombre en este punto.  Venció a Adán y Eva en el Edén en el terreno del apetito, y ellos perdieron su hogar bendito.  Lo que acumulara miseria y crimen ha llenado nuestro mundo después de la caída de Adán.  Ciudades enteras han sido borradas de la faz de la tierra por los crímenes degradantes y la iniquidad odiosa que las han convertido en una mancha en el universo.  La complacencia del apetito fue el fundamento de todos esos pecados” (Idem. Págs. 180, 181).

     “El Redentor del mundo sabía que la complacencia del apetito produciría debilidad física y embotaría de tal manera los órganos de la percepción, que no discernirían las cosas sagradas y eternas.  Cristo sabía que el mundo estaba entregado a la glotonería y que esta sensualidad pervertiría las facultades morales.  Si la costumbre de complacer el apetito dominaba de tal manera a la especie humana que, a fin de romper su poder, el divino Hijo de Dios tuvo que ayunar casi seis semanas a favor del hombre, ¡qué obra confronta al cristiano para poder vencer como Cristo venció!  El poder de la tentación a complacer el apetito pervertido puede medirse únicamente por la angustia indecible de Cristo en aquel largo ayuno en el desierto” (Idem. Págs. 2120, 221).

     1 Cor. 3:16, 17:  “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”.

     1 Cor. 6:19, 20 “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.

     “No hay sino dos poderes que dominan la mente de los hombres:  El poder de Dios y el poder de Satanás.  Cristo es el Creador y Redentor del hombre; Satanás es el enemigo y destructor del hombre.  El que se ha entregado a Dios, se vigorizará para la gloria de Dios, en cuerpo, alma y espíritu.  El que se ha entregado al control de Satanás se destruye a sí mismo” (La temperancia, Pág. 245).

     “El apetito complacido, enemigo de la perfección  cristiana.  Es imposible que los que complacen el apetito alcancen la perfección cristiana.

     “El Espíritu de Dios no puede venir en nuestro auxilio y ayudarnos a perfeccionar caracteres cristianos, mientras estemos complaciendo nuestros apetitos en perjuicio de la salud y mientras el orgullo de la vida tenga el dominio” (Idem. Pág. 18).

     “Nosotros también podemos vencer.  Nuestra única esperanza de recuperar el Edén es por medio de un firme dominio propio.  Si el apetito pervertido tenía un poder tan grande sobre la humanidad, que, a fin de quebrantar su dominio, el divino Hijo de Dios hubo de soportar un ayuno de casi seis semanas a favor del hombre, ¡qué obra está delante del cristiano!  Sin embargo, por grande que sea la lucha, éste puede vencer.  Con la ayuda el poder divino que soportó las más fieras tentaciones que Satanás pudo inventar, él también puede ser completamente victorioso en su guerra contra el mal, y finalmente podrá llevar la corona de victoria en el reino de Dios” (Idem. Pág. 19)

Tito M. Rodríguez
Dpto. de Salud DSA.
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